Por Verónica Torres, Juan Andrés Guzmán y Gregorio Riquelme (CIPER Chile)
El
año 2010 fue polémico para la Comisión Nacional de Acreditación (CNA),
organismo público encargado de velar por la calidad de la educación
superior. Ese año TODAS las instituciones que se sometieron a su
análisis resultaron acreditadas: 16 universidades, 5 Centros de
Formación Técnica y 10 Institutos Profesionales. Desde el más precario
instituto hasta la más antigua institución que se presentó, todas se
fueron al menos con un año de acreditación bajo el brazo. Los casos que
más llaman la atención son los de las universidades Tecnológica
Metropolitana (UTEM), la Del Mar, Arcis y Pedro de Valdivia, todas ellas
nunca habían logrado antes pasar esta prueba (Vea el cuadro con las instituciones acreditadas en 2010).
Ante esta ola de resultados positivos, Emilio Rodríguez, rector de la
Universidad Tarapacá y ex presidente de la misma CNA, reflexiona: “Si
todas las instituciones que postularon en 2010 fueron acreditadas, o
estamos ante una mejoría notable en las instituciones de educación
terciaria en Chile o, simplemente, los niveles de exigencia han caído a
niveles lamentables”.
Una de las últimas instituciones que acreditó la CNA fue la Universidad Pedro de Valdivia (UPV). Y lo hizo en una fecha extrema: en la sesión del 29 de diciembre de 2010, a dos días del cambio de año.
La UPV tiene 5.400 alumnos y buena parte de ellos viene de familias
de sectores medios bajos. Según datos de la CNA, en los últimos años ha
tenido una elevada deserción de estudiantes la cual “se produce por
motivos económicos y laborales, no por casusas académicas”. La UPV fue
creada en 1987 con el nombre de Universidad Mariano Egaña. Pero en 2006,
los propietarios del preuniversitario Pedro de Valdivia -que también
tienen una cadena de colegios y otros centros de formación técnica-
compraron la universidad, la rebautizaron e iniciaron un proceso de
expansión.
Los principales socios son Ángel Maulén y Enrique Rodríguez Villa.
El primero, tiene múltiples inversiones y fue subsecretario de Economía
en el gobierno de Eduardo Frei Ruiz Tagle (siendo ministro Álvaro
García); el segundo, es un empresario con inversiones en el sector
transporte e inmobiliario, aparte de la educación.
Consolidar esta universidad no les ha sido fácil. Desde 2007 venían
intentando acreditarla, pero se toparon con los informes y dictámenes de
la CNA. El más duro de ellos -la negativa de 2007-, detectó en la UPV
“falencias significativas” tanto en la “definición y actualización de
programas académicos”, como “en el número y dedicación horaria del
cuerpo académico” y “en equipamiento e infraestructura” para ofrecer
carreras. En las apelaciones sucesivas la autoridad pública llegó a
afirmar que la UPV tenía un “incipiente sistema de aseguramiento de la
calidad y escasos mecanismos de autorregulación”.
El último rechazo fue el 22 de diciembre de 2010, siete días antes de la acreditación. Allí la CNA objetó: “la situación financiera de la institución entre 2007 y 2009 ha sido precaria, presentando pérdidas y patrimonio negativo”. Y concluyó que la UPV está basando su sustentabilidad en el crecimiento de la matrícula, sin embargo, “este
crecimiento implica necesidades de inversión mayores a las definidas
por la institución, lo cual pone en duda la sustentabilidad del proyecto
institucional”.
En los siguientes siete días, la UPV informó que los reparos habían
sido subsanados y la CNA votó nuevamente y la acreditó. Fuentes
consultadas por CIPER dicen que la sesión fue tensa. El acta da cuenta
de una situación inusual: si bien la acreditación se aprobó por mayoría,
un consejero dejó por escrito su oposición: “La señora María Elena
González deja constancia de su disidencia, quien está por no acoger el
recurso de reposición”. González es académica de la Universidad de la
Frontera. Consultada por CIPER, explicó escuetamente: “Me parecía que ni en gestión ni en docencia de pre grado ellos alcanzaban el mínimo aceptable para la acreditación”.
En las decenas de actas que revisó CIPER nunca apareció la constancia
de un voto de minoría. Pero al tener acceso a ellas por Ley de
Transparencia, surgió el voto disidente de María Elena González. La
comisión le otorgó el mínimo período de acreditación: un año. Igual que a
la UTEM. En estas semanas ambas instituciones están intentando
acreditarse de nuevo.
Hasta ese momento, tanto la UPV como la UTEM nunca habían logrado la
acreditación. La “Metropolitana” había sido duramente rechazada en 2006 y
en 2007. En el informe de ese último año se critica un convenio con la
empresa CELTA S.A., el cual “afecta negativamente el
cumplimiento de la misión institucional, ya que se transfiere la gestión
académica y financiera de servicios universitarios a una empresa con
fines de lucro, bajo la compensación de un 30% de los ingresos
generados”. Al respecto, la CNA sostuvo que “la generación de
bienes públicos es una de las tareas relevantes para una institución del
Estado de Chile, y la externalización de servicios académicos es
disonante con la misión institucional y con el aseguramiento de la
calidad”.
En 2010 también lograron acreditarse por primera vez las universidades UCINF (4.400 alumnos), Del Mar (19.500 alumnos) y Arcis (3.900
alumnos). Esta última, había sido objetada en 2008 por la CNA por su
“debilidad financiera”, su “déficit de capital de trabajo” y su falta de
“apropiada infraestructura”.
A la Universidad Del Mar en tanto, se le negó la acreditación, entre
otros motivos, porque había levantado gran cantidad de sedes y carecía
de mecanismos que permitieran asegurar que la formación en todas ellas
era equivalente. La rechazaron en 2005, 2007 y 2008. En la ola del 2010
consiguió que la acreditaran por dos años.
EL ROL CLAVE DEL CREDITO CON AVAL DEL ESTADO
No
está claro qué ocurrió en la CNA en 2010 para que acreditaran a todas
las entidades. Algunos responsabilizan -en parte- a que durante todo ese
año el gobierno no designó al presidente de ese organismo, quien está
facultado para dirimir en las situaciones en que se produce empate entre
los 15 consejeros. Ese año, el cargo lo asumió interinamente Eugenio Díaz Corvalán,
un abogado vinculado a la Concertación (el gobierno de Ricardo Lagos lo
nombró a cargo de un fondo destinado a proyectos sindicales) y que
algunos identifican como un operador político.
Según académicos que conocieron los detalles de algunas votaciones
complejas de la CNA, Díaz habría usado su súper voto para dirimir en
favor de algunas de las universidades que por primera vez lograron
acreditarse.
-Cuando algunos nos oponíamos a una acreditación, Díaz nos acusaba de
que desconfiábamos de las universidades privadas -dice una fuente que
presenció las discusiones y que pide reserva.
Consultado al respecto, Díaz Corvalán señaló: “La verdad es que no me acuerdo, tendría que ver las actas”.
Lamentablemente las actas no aclaran nada pues según el reglamento
interno de la CNA, “los juicios de acreditación adoptados expresarán el
resultado final de la votación y no la opción individual de cada
comisionado”. Es decir, no hay registro de cómo votó ni de los
argumentos que dieron Eugenio Díaz y Adolfo Arata (designados por las
universidades privadas); Rodrigo Alarcón (por los Centros de Formación
Técnica); Roberto Careaga (por los Institutos Profesionales); Mario
Letelier, María Elena González y Enrique Montenegro (designados por el
Consejo de Rectores); Sergio Martinic y Luis Horacio Rojas (designados
por Conicyt); Pedro Corona Bozzo (por los miembros de la Comisión como
figura destacada) y Juan José Ugarte (jefe de la División Educación
Superior del Mineduc).
Más allá del rol que haya jugado Díaz, y para entender el cuadro
completo, hay que reparar en un punto clave: para la UPV era capital
conseguir el aval de la CNA, no por prestigio académico, sino por
dinero. Con el sello de “universidad acreditada” los
alumnos de la UPV pueden hoy solicitar el Crédito con Aval del Estado,
el famoso y cuestionado CAE: un préstamo bancario con un 6 % de interés,
que cuenta con garantía estatal, de modo que si los alumnos tropiezan
con las cuotas el Estado se hace cargo. Y los bancos no pierden dinero.
El CAE transforma a los alumnos de estratos medio bajos -como los que
estudian en la UPV- en jóvenes solventes. Sin el CAE, sus clientes
vuelven a ser pobres, un grave contratiempo para esta universidad que,
según la CNA, busca hacer solvente su proyecto aumentando la matrícula.
De ahí la premura de la UPV por lograr su acreditación los últimos días
de diciembre de 2010. Los alumnos que postularon a esa universidad en
marzo de 2011 y los que ya estudiaban ahí, pudieron endeudarse para
pagarle a sus dueños.
Para las universidades grandes, en tanto, el CAE pude representar la mitad de sus ingresos. Un ejemplo es la Universidad de Las Américas,
que tiene más de 25 mil alumnos. De acuerdo con los documentos
contables a los que accedió CIPER, en 2010 Las Américas recibió $ 48 mil
millones por concepto de mensualidad de sus alumnos, de los cuales $19
mil millones estaban vinculados al CAE. (Ver reportaje: Como lucran las universidades que no pueden lucrar). En los hechos, “acreditación” y “CAE” están tan ligados que forman parte de un mismo engranaje.
-Digamos las cosas por su nombre: la Concertación tuvo que dar el CAE
para conseguir que las universidades participaran en la acreditación
-afirma Carlos Lorca Auger, ex secretario ejecutivo del Consejo de
Rectores de las Universidades Chilenas -CRUCH- y actual director de la
agencia privada de acreditación, Akredita QA.
Para
María José Lemaitre, ex secretaria Ejecutiva del Consejo Superior de
Educación, la masiva acreditación de la CNA es el resultado de la
presión que realizan las universidades. La vinculación entre dinero y
acreditación, sostiene Lemaitre, “ha provocado algo perverso pues la CNA
no resiste dejar a una universidad sin CAE. Entonces, la acreditan por
un año, que es lo mismo que no acreditar. Creo que la única que no ha
sido acreditada por la CNA es la UTEM (que finalmente fue acreditada por
un año). Salvo eso, todo está acreditado, incluso algunas cosas
siniestras. Porque la presión sobre la CNA es muy fuerte. Imagínate,
llega el rector a decir “si usted no me acredita, no voy a tener
alumnos, no van a tener acceso al crédito, ¡qué va a pasar! Un drama,
lloran y los acreditan por un año”.
Varios ex miembros de la CNA corroboran a CIPER las presiones de los
rectores en ese y otros planos. Pero reparan en que estas presiones
muchas veces no son necesarias ya que, por la forma de elección de sus
miembros, la CNA es en parte un organismo gremial. De sus 15 miembros, 7
son elegidos por las universidades, centros de formación técnica e
institutos profesionales. Es decir, la mitad de la CNA proviene de las
instituciones a las que la CNA debe fiscalizar.
Desde esa perspectiva, más que una entidad fiscalizadora, la CNA
resultó un organismo que independizó el mercado de las universidades.
Esta situación indigna a muchos especialistas, entre ellos a Mario Waissbtluth
(Educación 2020): “No tengo nada en contra de la iniciativa privada,
pero no conozco otra industria en el mundo con tan poca regulación. El
mercado lleva 20 años sin arreglarla. Hoy tenemos una industria de venta
de cartones espurios. Enarbolar la libertad de mercado para mantener la
atrocidad actual me parece grotesco”.
Sobre este cuestionado ente regulador, hay otros interesantes datos.
Aunque está compuesto por 16 integrantes -de los cuales 15 votan-, rara
vez las acreditaciones se aprueban con más de 8 consejeros presentes. En
la acreditación de Las Américas, por ejemplo, había 8 miembros
presentes, pero dos de ellos se inhabilitaron: Eugenio Díaz Corvalán y
Luis Horacio Rojas, que trabajaban en la Universidad Andrés Bello, la
que al igual que Las Américas pertenece al grupo internacional Laureate.
Las Américas recibió tres años de acreditación gracias al voto unánime
de 6 consejeros (VER NOTA SOBRE PROCESO DE ACREDITACION DE LAS AMERICAS en Anexo 1).
Similar situación ocurrió al votarse la acreditación del instituto AIEP
(que también pertenece a Laureate), con el voto de 7 consejeros
presentes, de los cuales dos se inhabilitaron. La acreditación se otorgó
con 5 votos.
En la acreditación de la Universidad Del Mar y de la UTEM, votaron 9;
mientras que en la sesión que se aprobó la UCINF, había 8 consejeros.
Esta marcada tendencia a la inasistencia fue un problema destacado por
la Contraloría (VER INFORME)
en la fiscalización que hizo a la CNA en 2009. Allí se objeta que los
consejeros con reiteradas inasistencias igual recibían el tope máximo de
la dieta fijada por ley: 25 UTM ($921.000 a la fecha) ( VER ANEXO 2)
LLUVIA DE PROFESORES
El sistema que vela por la calidad de la educación superior en Chile
tiene otros problemas casi tan graves como los descritos. Estos
involucran a la misma CNA pero ahora en su rol de fiscalizadora de una
serie de agencias privadas, cuyo negocio es acreditar carreras
universitarias.
Ocurre
que junto a la acreditación de las universidades que realiza la CNA,
existe otro proceso a través del cual se acreditan las carreras. Esta
acreditación es voluntaria salvo en dos disciplinas en función de su
relevancia social: médico cirujano y profesor (básica, media, educación
diferencial y educadora de párvulos). La ley señala que si estas dos
carreras no están acreditadas, los alumnos que postulen a ellas “no
podrán acceder a ningún tipo de recursos otorgados directamente por el
Estado o que cuenten con su garantía, para el financiamiento de los
estudios de sus nuevos alumnos.” Es decir, la acreditación es
obligatoria para las universidades que quieren que sus alumnos accedan
al CAE.
Dada la importancia del CAE para cada universidad, la presión para
acreditar las Pedagogías es muy fuerte. Quienes administran esta presión
son agencias privadas, formadas por todo tipo de inversionistas, pues
igual como ocurre con los colegios, para tener una agencia acreditadora
la ley no exige nada. Por la acreditación de cada carrera suelen cobrar $
8 millones. Y son muchas carreras.
Para hacerse una idea, hay que considerar que en la actualidad hay
más de 60 universidades e institutos que cuentan con plena libertad para
formar profesores. Entre ellas lanzan anualmente 10 mil nuevos docentes
al mercado. Debido a eso entre 1996 y 2008 la matrícula de estudiantes
de Pedagogía se triplicó: pasó de 26.000 a 92.000 en 12 años.
Especialistas como Cristián Cox, director del Centro de Estudios de
Políticas y Prácticas en Educación de la Universidad Católica (CEPPE),
han alertado sobre este fenómeno:
-Es una locura, estamos comprometiendo la educación de Chile por los
próximos 30 años. Lo que aquí tenemos es cero regulación sobre un
recurso humano estratégico para el país. Nadie en el mundo hace eso.
La situación se ve más grave cuando se considera que en la Prueba
INICIA 2010, que rinden voluntariamente los egresados de Pedagogía, solo el 1% de los egresados responde bien más del 75% de la prueba “conocimientos pedagógicos”.
Pero lo que puede parecer un grave problema para los especialistas,
para las agencias es una oportunidad de trabajo. Si todos los miles de
estudiantes quieren acceder al CAE, deben ir a una universidad
acreditada. Y para eso están ellos.
Según información de la CNA, la agencia AcreditAcción,
la más grande de ellas, ha aprobado 181 carreras y rechazado ocho desde
que empezó a operar en junio de 2008. Del total de los procesos
llevados adelante con universidades, 156 han sido carreras del área de
la Educación: el 82%. Según reconocen sus socios, durante estos cuatro
años han tenido ingresos por $1.800 millones.
Similar situación ocurre con otra de las agencias grandes: Akredita QA.
De acuerdo a los datos de la CNA, ha acreditado 178 carreras. El 67% de
los programas procesados por esta agencia son del área de Educación,
11% corresponden al área de Salud. Al 51% de las carreras las ha
acreditado por tres años o menos. Y sólo han rechazado dos.
Toda esta maquinaria de acreditación exhibe un problema grave: no
logra entregar indicadores reales de calidad de cada una de las
universidades a los postulantes. Así lo detectó recientemente una
investigación realizada por los investigadores del citado CEPPE, Martín
Bascopé, Macarena Domínguez y Lorena Meckes. Ella deja en evidencia que
cuando un alumno cree que una Pedagogía acreditada por cinco años es
mejor que una no acreditada, puede estar equivocado.
El CEPPE llegó a esta paradoja al cruzar los años de acreditación que daban estas agencias con los resultados obtenidos en la citada prueba:
simplemente no había ninguna correlación. Universidades con cinco años
de acreditación (que remarcaban ese hecho en su publicidad), tenían en
promedio alumnos de más bajo desempeño en INICIA que aquellas que no
habían logrado acreditarse.
Las
agencias explican que ellas miden un proceso, una coherencia entre lo
que la carrera quiere ser y los medios con que cuenta para realizarla.
No miden calidad. Y nadie lo hace. A pesar de que, como lo explican los
investigadores del CEPPE, hoy la calidad es cada vez más relevante
frente a las carencias que han quedado en evidencia en la discusión
pública. De hecho, el Estado está haciendo esfuerzos importantes para
que alumnos de mejores puntajes de la PSU se sientan atraídos por
estudiar Pedagogía. Para ello, se instauró la beca “Vocación de
profesor”, que financia los estudios de alumnos con alto puntaje en la
PSU. ¿En base a qué criterio deben elegir estos estudiantes para no
frustrar su vocación y no desaprovechar los recursos fiscales?: la
respuesta es que al menos el sistema de acreditación no ofrece ese
criterio.
LA MUERTE DEL FISCALIZADOR
Pero las agencias tienen otro gran defecto: sus dueños y funcionarios
pasan con demasiada frecuencia del rol de fiscalizador al de
fiscalizado.
Durante 2010, por ejemplo, la agencia AcreditAcción, de propiedad de Moisés Silva y José Miguel Rodríguez,
entre otros socios, acreditó cuatro carreras de la Universidad Nacional
Andrés Bello (UNAB): Educación Musical, Educación Física y un programa
especial en Enseñanza Media para Licenciados. La última carrera
acreditada fue la de Contador Auditor, el 18 de noviembre de ese año.
Tres meses y medio después, en marzo de 2011, tanto Silva como Rodríguez
fueron contratados por la UNAB: el primero es el actual vicerrector de
Aseguramiento de la Calidad en la UNAB y José Miguel Rodríguez su
segundo. Ambos siguen siendo socios de AcreditAcción, empresa líder en el negocio de la acreditación de carreras tanto de universidades como de institutos de educación superior.
Eugenio Díaz Corvalán provee un ejemplo más delicado con la misma
UNAB. Durante todo 2010 fue asesor de esa universidad en el área de
aseguramiento de la calidad y a la vez, presidente interino de la
Comisión Nacional de Acreditación, el ente público encargado de velar
por la calidad de las universidades. Ninguna ley le prohibió cumplir ese
doble rol a pesar de que Díaz Corvalán asesoró a la UNAB en el mismo
período en que ésta acreditó cuatro carreras a través de la agencia
AcreditAcción. Y como presidente de la CNA, Díaz Corvalán debía
supervigilar precisamente el trabajo de esa agencia.
No es la única vez que Díaz Corvalán ha estado en ese doble rol. Díaz
era presidente de la CNA cuando se acreditó a la Universidad del Mar
por un año. Nueve meses después, a comienzos de septiembre de este año,
Díaz dictó un taller a los directivos de esa universidad titulado el
“Proceso de Reacreditación Institucional”, donde se analizó el Acuerdo
120 que le otorgó la acreditación institucional. En 2012, será él, esta
vez como consejero de la CNA, uno de los votos que podrá, como decía el
seminario, “reacreditar institucionalmente” a la universidad.
Las manifiestas irregularidades de la CNA fueron detectadas por la
Contraloría, entidad que puso el acento también en el doble rol de otro
funcionario de esa repartición: Carlos Lorca Auger,
secretario ejecutivo del Consejo de Rectores de las Universidades
Chilenas (CRUCH), que pasó a ser miembro del directorio de la agencia
Akredita QA. (Ver El duro informe de la Contraloría sobre la CNA).
La Contraloría objetó las posibles influencias que podría ejercer Lorca
en ambos puestos ya que el CRUCH designa a tres integrantes de la CNA y
ésta debe fiscalizar a Akredita QA, donde Lorca también trabaja.
En su dictamen final del 19 de noviembre de 2010, la Contraloría
señaló: “Si bien el vínculo no es directo, puede afectar su
independencia en los procesos donde se deban adoptar decisiones
derivadas de la supervisión y seguimiento que le corresponde efectuar a
la Comisión y que involucren a la referida Agencia”.
Esta situación, agregó: “Evidencia las debilidades que
presenta el actual sistema de supervisión y seguimiento, a fin de
garantizar por parte de la CNA el adecuado funcionamiento de las 7
instituciones de acreditación existentes”.
Uno de los dueños de la agencia Akredita QA es el economista, ex candidato presidencial y ex rector de la Universidad Austral, Manfred Max Neef.
En agosto de 2009, siendo director del Instituto de Economía de esa
universidad, su agencia certificó la carrera de Ingeniería Comercial de
la Universidad Austral por cuatro años.
Akredita QA es conocida como “la agencia de los rectores”, pues además de Max Neef, son socios Luis Riveros (ex rector de la Chile), Jaime Pozo (de La Serena) y Ubaldo Zúñiga
(de la Usach). Este último estuvo formalizado por fraude al fisco en
2009 por las irregularidades en la licitación de la plataforma
informática del Registro Civil.
También forman parte de la propiedad de Akredita el ex diputado de Renovación Nacional, Maximiano Errázuriz,
quien fue formalizado por fraude al fisco en el uso de las asignaciones
parlamentarias, por lo que su partido le quitó su cupo; e Iván Navarro,
fundador de la Universidad Blas Cañas (actualmente, Universidad
Católica Silva Henríquez). Navarro, a través de la sociedad Lago
Vichuquén SpA, es socio de Inversiones Norte Sur, sociedad anónima que maneja nueve colegios y un Centro de Formación Técnica, y que recientemente estuvo a punto de tomar el control de la Universidad Central, con la oposición mayoritaria de alumnos y profesores.
Luis Riveros explica que no hay incompatibilidades en los casos
descritos. Y prefiere poner el acento en los temas de fondo: “Hemos
fallado en crear una cultura de calidad, de modo que ésta sea algo
inherente a la educación. Sólo hemos logrado establecer un sistema de
acreditación que le da formalidad al sistema”.
Para Moisés Silva, socio de AcreditAcción, tampoco
hay nada de irregular ni de extraño en que él y su socio hayan saltado
de la agencia acreditadora a la universidad acreditada en pocos meses:
“No veo cual es el conflicto”, dice. Y argumenta: “Los que evaluamos a
las instituciones somos gente integrada y activa en la academia. No se
aceptaría si no fuese así. Obviamente la gente de la academia se mueve
dentro de la academia. Y eso es legítimo porque está buscando mejores
opciones laborales. Eso es parte del juego”.
LOS “MERCENARIOS”
Tal vez lo más paradójico de esta historia es que el sistema actual
de acreditación es el resultado de un intento por resolver algo peor,
que empezó a ocurrir en la enseñanza superior en la década de los ‘90.
La frase, “es peor el remedio que la enfermedad” parece haber sido
creada para describir procesos como éste.
Según los datos recopilados por CIPER, la primera gran crisis de
calidad del sistema educativo ocurrió a comienzos de esa década, cuando
un grupo de universidades logró ser declarada “Autónoma”.
La autonomía la otorgaba el Consejo Superior de Educación (CSE)
después de un período de observación y análisis. La universidad
postulante tenía que mostrar sus balances, explicar sus métodos, develar
en detalle cómo funcionaba, tener una buena planta de profesores
contratados, bibliotecas de calidad, etc. El CSE tenía que convencerse
de que la institución podía autorregularse y dotar de calidad a su
proyecto educativo.
Una vez que se conseguía la autonomía, la universidad era libre.
Nadie podía decirle qué hacer. Un ex directivo del Mineduc asegura que
eso provocó un desbande:
-Cuando consiguieron la autonomía, muchas universidades pudieron
abrir todas las carreras y todas las sedes que quisieron sin consultarle
ni al Ministerio ni a nadie. Como la oportunidad de negocio era enorme,
la universidad que había sido de buena calidad los primeros años, tenía
el incentivo para transformarse en mercenaria. Si era autónoma, ahora
podía abrir la carrera de Medicina; si impartía Periodismo en Santiago,
ahora podía abrir la carrera en Arica. Además, podía despedir a los
profesores contratados y reemplazarlos por “profesores taxis” que hacen
clases por hora.
La
autonomía aumentó exponencialmente las sedes y carreras. Uno de los
primeros en acusar el golpe fue la Asociación Chilena de Facultades de
Medicina (Asofamech), cuyos directivos llegaron al CSE exigiendo un
mecanismo que velara por la calidad de la oferta de las carreras del
área de Salud. Pero aumentar las sedes no era el único problema.
Así lo recuerda Gonzalo Zapata, sociólogo de la Facultad de Educación
de la Universidad Católica: “En los ‘90 la explosión de carreras fue
extraordinaria: se pasó de tres mil a siete mil en todo el sistema de
educación superior. Recuerdo casos de instituciones que al día siguiente
de obtener su autonomía reducían su planta de docentes. El Ministerio
de Educación hizo una consulta nacional en las universidades
manifestándoles que venía un problema muy complejo en el que se
entregarían autonomías sin regulación. Los privados respondieron que no
querían regulación”.
Como algo había que hacer, el Ejecutivo empezó a diseñar un sistema
de acreditación que, sin tocar la autonomía de las universidades,
pudiera controlar lo que estaba ocurriendo. Se creó así, en 1997, el
Consejo Nacional de Acreditación de Pregrado (CNAP), una institución
extremadamente cuidadosa. Sólo podían hacer pública la información sobre
aquellas universidades que obtenían la acreditación: es decir, no podía
alejar a los alumnos de las universidades malas. Bajo estos parámetros,
la CNAP acreditó alrededor de 500 carreras y 60 instituciones, la
mayoría estatales.
Como el problema continuaba, en 2003 el gobierno de Ricardo Lagos
decidió discutir en el Congreso un sistema de acreditación. En el mundo
hay diversos modelos y amplios debates sobre cuál es el que mejor
garantiza la calidad de la educación; pero lo que es claro es que el
proyecto del Ejecutivo y la posterior discusión en el Parlamento no
recogieron lo mejor de la experiencia internacional.
La propuesta del gobierno mantuvo la total autonomía de las
universidades y propuso un proceso de acreditación voluntario. Diversas
fuentes concuerdan con Carlos Lorca, director de Akredita QA, respecto
de que la Concertación terminó diseñando el Crédito con Aval del Estado
(CAE) para conseguir que las universidades participaran. Es decir, se
les ofreció dinero. ¿De quién? El dinero de los estudiantes. Y si ellos
no pagan, el dinero del Estado.
Tal vez la parte más estricta del proyecto era la composición de los
integrantes de la Comisión Nacional de Acreditación. Se proponía una
designación presidencial casi completa. La derecha se opuso
tajantemente. Uno de los más enconados opositores de ese acápite fue el
diputado (UDI) José Antonio Kast junto a (RN) Germán Becker y (RN)
Rosauro Martínez.
-No creemos que por el hecho de que el Estado diga que es garante las
cosas van a andar mucho mejor. Es cosa de ver qué pasó en todos los
países de la órbita socialista. Todos han fracasado. Sé que no es
comparable el tema de los vehículos con el de la educación
universitaria, pero si uno hiciera una comparación tan sencilla y
preguntara a un ciudadano cualquiera qué auto le gustaría que le
regalaran: ¿un Lada, chequeado, supervigilado y revisado quince veces
por los fiscalizadores en su época; o un Mercedes Benz?, les aseguro que
preferirían el Mercedes Benz -argumentó Kast en uno de los debates en
sala. (Ver historial de la ley, página 240)
Las observaciones de los diputados fueron acogidas por el gobierno
que modificó el proyecto. Hoy el único miembro designado por el
Presidente es quien preside la CNA. El resto, en su mayoría responde a
los intereses de las de universidades, CFT e IP.
No
fue el único cambio. El proyecto recibió casi 800 indicaciones, lo que
es inusual. Todas apuntaron a favorecer la autonomía de las
universidades. Se estableció, por ejemplo, que éstas en conjunto con la
CNA podían escoger a los evaluadores de su funcionamiento. Y si una
universidad no estaba conforme con los profesionales que le habían
tocado, podía impugnarlos hasta tres veces. Si el fallo sobre la
acreditación institucional resultaba desfavorable, una casa de estudios
podía apelar ante la misma CNA y luego, si volvía a perder, podía
recurrir al Consejo Superior de Educación. Respecto a la acreditación de
carreras, la universidad escoge con qué agencia quiere acreditarse y
paga alrededor de $8 millones por el proceso, estableciendo una relación
de cliente – empresa, en vez de regulador – regulado.
-Ellos son los clientes, ponen las condiciones y también pueden rechazar a un evaluador -dice Carlos Lorca.
Para terminar, se estableció un confuso sistema de evaluación, con
ocho opciones (del 0 al 7), de difícil comprensión incluso para los
mismos evaluadores. ¿Qué diferencia real hay entre una universidad
acreditada por tres años y otra por cuatro años? Lo que sí es indudable
es que el sistema ayuda a que prácticamente todas las instituciones se
acrediten, bajo la idea de que ninguna puede ser tan mala como para
sacarse un 1.
Y hay nuevos elementos que convierten a la CNA en una mera oficina de
partes: la universidad que no logra superar las pruebas, no recibe
ninguna sanción y puede seguir funcionando y publicitándose con la frase
“en proceso de acreditación” y formando a los jóvenes que paguen su
arancel.
Tras las sucesivas enmiendas la ley quedó como es ahora. Para muchos
especialistas la parte más compleja es la composición del CNA, que de
ser un organismo independiente de las universidades, se transformó en
una mesa donde los intereses de los evaluados están representados. Con
ese cambio el sistema de educación superior se quedó sin un ente
fiscalizador. Peor aún, la confusión de roles de la CNA empezó a
derramar hacia las agencias, transformándose en una práctica común.
Lo más grave es que el aparato público hoy es incapaz de decirle a un
estudiante si la institución en la que decide estudiar, haciendo un
gran esfuerzo financiero, es de calidad. El diputado (PS) Carlos Montes,
que votó a favor de la ley, dice: “Yo insistí en que esto fuera con una
lógica pública, pero el criterio de autorregulación primó. Ahora cada
cual se evalúa a sí mismo sin importar el efecto que tenga ante la
sociedad”.
Montes acusa que fue el entonces ministro de Educación Sergio Bitar
quien “concedió estas cosas y después nos trataba de convencer de que,
por cuestiones constitucionales y de votos en el Senado, no quedaba más
que replegarse”.
El aludido se defiende con pragmatismo: “Siempre uno enfrenta el
dilema de no tener nada, a tener un avance. Y con la postura cerrada de
la derecha era imposible hacer la acreditación obligatoria”.
Cuando estos argumentos fueron enarbolados durante la discusión en la
Cámara, el diputado Kast enrostró a la Concertación que si su problema
era contar con herramientas para cerrar universidades malas, ya las
tenía. Y aclaró que lo que le faltaba a la Concertación no eran leyes,
sino valor:
-En la actualidad el Ministerio tiene la facultad para cerrar
universidades. ¿Por qué no la ejerce? Aquí se dice que las universidades
de Playa Ancha, Arturo Prat, de Los Lagos y Arcis -lo han dicho otros
colegas- lo hacen mal. ¡Ciérrenlas! ¡Tienen la facultad para ello! No se
atreven, porque no están dispuestos a pagar el costo político de cerrar
una universidad. Prefieren, en cambio, poder cerrar primero una
carrera, luego una sede, y así ir eliminando a los que piensan distinto
lentamente. Con eso se acaba la libertad de enseñanza. Por eso es tan
grave cerrar sedes y carreras, y no la universidad, para lo cual hay que
tener fundamentos claros y concretos y pagar un costo político que no
están dispuestos a asumir –afirmó Kast.
Es probable que la experiencia vivida en acreditación se tenga en
cuenta en estos momentos en que se legisla sobre sociedades espejo,
lucro, calidad y otros temas que hoy son de exclusiva decisión de cada
universidad en virtud de su autonomía.
ANEXO 1: LAS AMÉRICAS
Si bien la acreditación nunca ha gozado de buena salud, su caída ha
tenido hitos notorios. Tal vez el primero y más grave ocurrió en 2008
con la acreditación de la Universidad de Las Américas. Entonces era
Emilio Rodríguez -actual rector de la Universidad de Tarapacá- el
presidente de la CNA y Eugenio Díaz su vicepresidente. La Comisión le
rechazó la acreditación institucional como consta en el Acuerdo Nº6,
donde se mencionan la alta tasa de deserción de alumnos, la inexistencia
de un plan de crecimiento cuantificable y evaluable; la falta de
profesores de jornada completa y con formación de postgrado, la
insuficiencia en materia bibliográfica, la inexistencia de criterios de
selección en el proceso de admisión, la ausencia de políticas claras en
la apertura de sedes y carreras y la inexistencia de investigación
docente. “En resumen, tanto en materia de gestión institucional
como docencia conducente a título, existen falencias muy significativas
que no permiten la acreditación de la institución en el presente
período”, fue la conclusión.
El 23 de enero de 2008 la Universidad de Las Américas quiso revocar
la decisión de la CNA mediante un recurso de reposición que no fue
acogido. La universidad rebatió varios de los puntos, entre ellos, el de
la deserción, diciendo que aquél problema “constituye un fenómeno
complejo, que va mucho más allá de lo que corresponde en forma estricta a
la actividad académica y en el que inciden distintas variables”. Y
argumentó que el tipo de proyecto educativo que desarrolla “se orienta a
incorporar a la educación superior a estudiantes que han obtenido bajos
puntajes en la prueba de selección universitaria o que no la han
rendido previamente y que, en una gran proporción, son adultos que, por
motivos laborales, muchas veces se ven obligados a abandonar la
institución”.
Sobre la inexistencia de un plan de crecimiento cuantificable y
evaluable, la Universidad de Las Américas respondió que aquél existía y
era periódicamente revisado por Sylvan International. “No obstante, hace
presente que éste tiene un carácter confidencial, al incluir
información reservada acerca de cómo la institución se plantea en el
sistema de educación superior. Por ello, habría que optar por mantener
en reserva algunos aspectos específicos de carácter financiero y
contable”.
La CNA rechazó el recurso de apelación y Las Américas elevó la
apelación a la última instancia, el Consejo Superior de Educación (CSE).
En sesión ordinaria del 3 de abril, el CSE revisó todos los
antecedentes relativos a la apelación, escuchó al presidente y
secretario ejecutivo de la CNA, así como también al presidente de la
junta directiva de la UDLA, Herman Chadwick y al entonces rector Jorge
Yutronic Fernández. Por unanimidad el CSE discrepó de la CNA y consideró
“que la institución ha logrado avances en varios ámbitos observados”,
como en el aumento de la planta académica y crecimiento de los volúmenes
de biblioteca. También discrepó respecto de las tasas de deserción que
la CNA puso en relieve: “Se trata de un fenómeno multicasual y, por
tanto, refleja sólo en parte la existencia y eficacia de los mecanismos
para enfrentarla”. (IR A DOCUMENTO)
Fue esa la primera vez que el CSE acogió la apelación de una
universidad otorgándole la acreditación institucional. El preciado aval
fue firmado por Paulina Dittborn, vicepresidenta del CSE, quien
inmediatamente después de la acreditación asumió como pro-rectora de Las
Américas. En el voto que concedió la acreditación participó también
Julio Castro, jefe de la División de Educación Superior del Mineduc y
miembro de la CNA. Después, Castro fue nombrado rector de la Universidad
de Viña del Mar, otra de las instituciones de Laureate International
Universities, la empresa norteamericana que es dueña de Las Américas.
ANEXO 2: CNA: EL DURO INFORME DE LA CONTRALORIA
El 19 de noviembre del 2010 la Contraloría dio a conocer la primera
auditoría realizada a la Comisión Nacional de Acreditación (CNA). El
Informe N° 35 incluyó los gastos auditados de 2009, en los cuales
detectó una serie de irregularidades: pagos de dietas a los integrantes
de la CNA sin completar asistencia del 100%, gastos en catering (comida)
no contemplados además de $45 millones sin depositar que fueron
mantenidos por la CNA en caja fuerte sin justificación, entre otros.
Uno de los cuestionamientos más graves son los $120.540.276 que la
CNA pagó en dietas a los comisionados durante 2009. En el artículo 7 de
la Ley 20.129 se especifica que la dieta percibida por los miembros de
la CNA debe fluctuar al mes entre 4 UTM ($147 mil) y 25 UTM ($921 mil)
mensuales por sesión asistida. La CNA pagó el monto máximo de 25 UTM a
todos sus comisionados a pesar de que -como especifica la Controlaría en
el Informe- en el mes de diciembre sólo dos de ellos asistieron al
total de las 17 sesiones.
Dice el Informe: “Conforme a lo señalado en el propio reglamento, los
comisionados deben sesionar el segundo, tercero y cuarto miércoles de
cada mes, vale decir, 3 veces, sin embargo, y dado que fraccionan las
sesiones, han llegado a realizar y contabilizar dentro de un mismo día
hasta 5 sesiones, modalidad que no se encuentra contemplada en el
reglamento interno ni en la ley que creó la Comisión”.
Además, Contraloría determinó que se pagaron $17 millones por
servicio de catering a la Comisión, gasto que no se encuentra
contemplado en la ley. Durante 2009 la CNA suscribió contratos mediante
licitación por prestaciones gastronómicas con Hotelera San Francisco
S.A. y Sociedad Hotelera e Inmobiliaria Pacífico Austral Limitada.
Otro de los aspectos importantes es la incongruencia entre el leve
aumento en los ingresos de la CNA en 2009, que fue del 27% en relación a
2008, en comparación con el aumento de los gastos que en el mismo
período alcanzó al 56%. El análisis de las cuentas que hizo la
Contraloría determinó un aumento de 3.521% en el ítem “Arriendo de
salones”, 1.830% en “Estudios e Investigación” y 109% en “Alimentos y
Bebidas”, “desembolsos que no se condicen con el fin último de la
Comisión”, señala el informe. La CNA replicó que hubo una normal
utilización de recursos y que el gasto en cado uno de estos conceptos
fue destinado a las actividades de los procesos de acreditación como la
ley encomienda. (Ir a Informe Completo)
En las próximas semanas, según confirmó la Contraloría a CIPER, se
dará a conocer un Informe de Seguimiento de las observaciones del 19 de
noviembre pasado, lo cual podría conducir a sumarios administrativos y
nuevas investigaciones en los casos que corresponda.
Extraido de CIPER Chile
http://www.youtube.com/watch?v=asiBkUSxXR8&feature=share
ResponderEliminarVideo de la asamblea de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional.
¡Si podemos!
Le agradezco si nos ayuda a difundirlo.