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El 24 de agosto una noticia quebró la pauta marcada por el paro
nacional convocado por la CUT y las escaramuzas entre manifestantes y
Carabineros. Se trataba de Gloria Navarrete, estudiante del liceo A131
de Buín, que con la voz entre cortada y el rostro demacrado por 37 días
de huelga de hambre, leía un comunicado de prensa en el que anunciaba el
término de su medida de presión por su frágil condición de salud.
Navarrete, que el 18 de septiembre cumplirá 20 años, dijo que su
decisión se debía a que “pensamos que tenemos que estar íntegros para
seguir la lucha” y que el ayuno, por el contrario, estaba provocando que
su cuerpo se fuera “apagando día a día”.
“Nos necesitan más afuera que acá adentro nuestros compañeros”, afirmó, remarcando que seguirán movilizados, pero de otra forma.
Navarrete era el rostro de una medida de presión que hasta ese día
había sumado a más de 50 estudiantes y apoderados a lo largo del país.
Por eso, cuando ella optó por ceder -en medio de una polémica con el
ministro de Salud sobre la veracidad de la huelga- quedó instalada la
idea de que todas las huelgas de hambre del país habían terminado y que
sus protagonistas volverían a alimentarse normalmente.
Y no.
Hasta el momento 30 personas -28 estudiantes y 2 apoderados- que
permanecen en huelga de hambre sin que por sus lechos de protesta hayan
desfilado la larga lista de personajes que lo hicieron por las aulas del
Liceo A 131 de Buin en un comienzo, y después por el hospital de esta
comuna que incluyó desde músicos hasta ex candidatos presidenciales y
que terminó en polémica cuando el ministro de Salud dijo que uno de los
apoderados del colegio era un asesino por presionar a los estudiantes a
permanecer en huelga.
No. Los huelguistas del Liceo Dario Salas cuentan que más allá de los
colectivos de solidaridad y asociaciones de estudiantes, sólo
recibieron la visita de uno de los integrantes de Illapu y de un doctor
de un servicio municipal de salud que a pesar de su buena onda elaboró
un informe médico en el que señalaba que Jhoanna sólo había bajado 700
gramos de peso, cuando en el piquete aseguran que la estudiante ha
perdido casi 10 kilos.
Además de los cuatro huelguistas del Dario Salas, en Santiago se
encuentra en huelga de hambre una niña de 15 años en el Liceo
Experimental Artístico de Quinta Normal y un joven en el Liceo Ministro
Abdón Cifuentes en La Cisterna.
El Dario Rebelde
El Dario Rebelde
Jhoanna Choapa tiene 17 años y los ojos de un verde extraño que
apenas si se puede adivinar al otro lado de la mascarilla que le cubre
el rostro. Estudia en cuarto medio del Liceo Dario Salas y hoy cumple 50
días en huelga de hambre. Se mueve con dificultad. Con la misma
dificultad que habla. Por eso, cada vez que lo hace mide sus palabras
como si tuviera pocas, sabiendo que cualquier cosa que tenga que decir
debe valer el esfuerzo que representa para su frágil cuerpo.
Entonces apunta y dispara:
-Estamos dispuestas a dar la vida hasta que se cumpla el petitorio:
educación gratuita y de calidad, gratuidad de la TNE,
desmunicipalización de los colegios…-
Junto a ella se encuentra Maura Roque, también de 17 años y cuyo
estado de salud es aún más frágil. La semana pasada debió ser internada
por una descompensación renal que afectó también a Camila Quintanilla,
una tercera huelguista que el viernes decidió abandonar la medida de
presión. Era ella o el movimiento estudiantil. Aunque optó por su salud,
la huelga hizo estragos en su salud y deberá hacerse una diálisis.
Pero las estudiantes no están solas. El 19 de agosto los apoderados
del liceo Silvia Mellado y Sergio Yáñez decidieron unirse a su protesta.
“Cuando asumimos la huelga había cuatro chicos en huelga de hambre,
estaba muy mediatizado lo de Buin y nadie los pescaba, al gobierno, a
los dirigentes de la Confech y del Colegio de Profesores les da lo
mismo”, cuenta Mellado sobre sus motivos para unirse a los estudiantes.
Por la fecha en que los padres se plegaron a la huelga, el ministerio
de Salud presentó un recurso de protección para frenar la protesta,
pero los apoderados aún desconocen lo que sucedió con la figura legal y
lamentan que su protesta no este teniendo eco en las autoridades.
“¿Qué más tenemos qué hacer? ¿Qué más queda? … ¿Esperar 60 días?
¿Esperar que se muera alguno? Para nosotros es preocupante porque vemos
que la nueva forma de gobernar está dejando a mucha gente afuera”, dice
indiganado Yáñez, que tiene un hijo en primero medio y otro en cuarto
medio.
Un día de hambre
Karla tiene 15 años y estudia teatro en el Liceo Experimental
Artístico. Optó por teatro porque es lo que más se acerca a lo suyo, el
circo. Y del circo, el trapecio. Así, como en el aire se balancea,
arriesgando su vida por la pasión que dice le da libertad, hoy aplica
esa lógica a su lucha por la educación. Por eso, hace 16 días que no
prueba un bocado de comida. Y todo indica, que los días seguirán
aumentando.
Aunque ha perdido cuatro kilos, su sonrisa sigue intacta y los
efectos de la huelga no parecen hacer mella en su salud. Eso al menos
hasta que las mediciones de glucosa en sangre muestran niveles por
debajo del mínimo básico de 70 hasta 36.
Por eso ya no sube al trapecio, su salud es frágil y la última vez
que intentó la gracia -cuando llevaba pocos días en huelga- se desmayó.
Ahora sus días pasan entre las visitas que recibe en el liceo de calle
Mapocho, los libros -las décimas de Violeta especialmente- y películas y
documentales.
Su rutina es muy similar a la de los otros huelguistas. Mucho
internet, libros, doctores de los consultorios de la comuna y visitas,
especialmente de agrupaciones sociales. Pero después de cierta hora,
llega un momento de ocio en que se comienza a extrañar la casa, la
familia, la cama.
“Un día no vino nadie, parecíamos león enjaulado”, dice Yáñez desde su colchón en el Liceo Dario Salas.
Por eso, el apoyo de los compañeros es trascendental para los jóvenes
y apoderados que se encuentran en huelga de hambre. La sala del liceo
experimental donde se encuentra Karla da prueba de ello. Carteles y
rayados adoran el que fuera el salón de baile con frases tan gráficas
como: “a kagarse de hambre por la educación” hasta la protesta de
“cambio dos jueces por un kilo de pan”. Entre medio, ciento de rayados
de apoyo, cariño, respaldo, recuerdos.
Todo el que entra al salón debe ponerse una mascarilla clínica para
evitar contagiar a Karla, pero antes de irse debe dejarla firmada en un
libro de recuerdos, donde ella también escribe algunas de las cosas que
le pasan por la cabeza en el día. En un comienzo la apuesta era por una
bitácora diaria de la huelga, pero a los pocos días desistió.
Con el agua fue igual. Los primeros días fueron duros. Pasada una
semana desapareció: Karña cree que la adrenalina hace lo suyo y ahora
solo tiene sed.
En regiones tampoco se come
Pero Santiago no es Chile. Actualmente en la Universidad de la
Frontera de Temuco hay ocho estudiantes en huelga de hambre y cinco más
hacen lo propio en la Universidad Católica de esta ciudad.
En Talcahuano hay dos estudiantes secundarios más y en Castro el
grupo se cierra con 10 escolares más que optaron por dejar de comer
hasta que las demandas del movimiento estudiantil sean atendidas por el
Gobierno.
“A nosotros no nos gustaban las formas de expresión más violentas y
sentimos que las marchas y tomas no lograban presionar realmente al
Gobierno, así que decidimos hacer esta huelga de hambre”, dijo hace
algunos días Kevi Riffo, uno de los huelguistas de la Universidad de la
Frontera de Temuco.
En el caso de Castro, las cosas se complicaron durante la semana
pasada. Dos alumnas del Liceo Politécnico de la comuna, Macarena Álvarez
y Sofía Ferias, de 18 y 16 años respectivamente, se encontraban en
huelga de hambre desde el 25 de julio, pero el pasado 30 de agosto
decidieron volver a comer tras presentar problemas de salud.
La primera en presentar complicaciones fue Sofía, que debió ser
internada en el Hospital de Castro, debido a un cuadro bronquial que se
agravó con una infección a sus pulmones y debió ser internada en la
Unidad de Pacientes Críticos.
En tanto, el lunes 29 Macarena presentó problemas renales y debió ser
internada en el mismo centro médico, lo que obligó a que las estudiantes
bajaran su huelga. Sin embargo, un grupo de 10 compañeros y dos
apoderados optaron por entrar en huelga de hambre por siete días, que se
cumplieron ayer y tras lo cual ocho estudiantes decidieron mantenerse
en huelga.
¿El Gobierno? Bien gracias
Hasta ayer, el Gobierno había dado por cerrado el tema de las huelgas
de hambre en el país con el término de la medida en el liceo de Buín.
Incluso, los compañeros de los estudiantes que usan su cuerpo como
instrumento de protesta convocaron a una conferencia de prensa el
viernes 2 para exponer su molestia por la falta de interés de parte de
las autoridades y los medios de comunicación.
Los medios llegaron graneados y los estudiantes debieron comenzar al
menos tres veces la actividad. Sin embargo, el accidente aéreo del
viernes en Juan Fernández sacó de golpe el tema de la pauta y algunos de
los actores de los piquetes creen incluso que el gobierno podría usar
la tragedia para acotar la aparición mediática de los estudiantes.
“Ya vimos como el presidente de la República recorrió el mundo entero
con un papelito de los mineros…”, dice Yáñez antes de que Mellado lo
corte y complete la frase: “Ahora seguro va a ir a todas partes con un
pedazo de avión”.
Sin embargo, el gobierno rompió el silencio ayer y a través de su
vocero, Andrés Chadwick, manifestó su preocupación por la huelga de
hambre.
“No hay razón para exponer la salud de jóvenes por el tema de la
educación porque se ha avanzado en el diálogo”, dijo el portavoz,
aludiendo a la cita del sábado y que encabezó el empresario en La
Moneda.
“El sábado se dio un paso importante para el camino del diálogo y no necesitamos que nadie ponga en riesgo su salud”, enfatizó.
Sin embargo, ningún ministerio ha tenido contactos con los jóvenes en
huelga de hambre y todo parece indicar que será la salud de los actores
y no la voluntad del gobierno.
Extraido de The Clinic
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