10 de agosto de 2011

Por qué Andrés Velasco no es alternativa presidencial

por Felipe Ossandón (El Quinto Poder)

Andrés Velasco y lo que en su momento fue Expansiva constituyeron una fuerza política en la Concertación que articuló sus posturas sin someterse a los procedimientos propios del debate político interno ni ciudadano, entregando recetas amparadas en la legitimidad tecnocrática y no en la construcción político social. Fueron construyendo una “política desde fuera de la política” y los costos los terminaron por pagar los actores principales de la coalición que les abrió las puertas. Esto tiene reflejo en eventos concretos que sirven como caricatura, como las jornadas de reflexión en Valle Nevado y en Estados Unidos, pero que son muestras de la idea más profunda de que se puede gobernar desde la sabiduría, desechando el diálogo y contacto con el soberano, en una suerte de versión moderna de despotismo ilustrado. Nada menos oportuno hoy, donde el soberano se ha echado a la calle a tratar de tomar las riendas con sus manos. 

En esta línea y desde esta trinchera donde los efectos y los costos de las decisiones parecían no afectarle, Velasco y su círculo se empeñaron en frenar las distintas iniciativas que los sectores más “a la izquierda” de la Concertación trataron de impulsar para abordar los conflictos sociales que se manifestaban con cada vez mayor fuerza conforme la normalidad política se iba asentando. La lista es larga, desde la deuda previsional con el magisterio, la aplicación efectiva de la prohibición del suministro de trabajadores contenida en la Ley de subcontratación, las demandas de los pobladores endeudados con la banca privada por sus viviendas sociales y, especialmente, el freno constante a cualquier intento de modificación al plan laboral de José Piñera que, desde la dictadura, evita que en Chile se pueda ejercer el derecho a una negociación colectiva real.


Esta permanente resistencia desde “la nueva derecha” de la Concertación, encarnada en el período de Bachelet por Expansiva, tiene dos elementos particulares e interesantes. El primero es que, si bien es cierto, la Concertación siempre combinó distintas visiones políticas, el traslado del rol conservador en su interior desde algunos sectores de la Democracia Cristiana (e incluso de otros partidos) hacia un colectivo como Expansiva, implicó la emergencia de una “derecha concertacionista”, ajena al debate político y que no necesitaba, ni siquiera para buscar votos, contactarse con aquellos que son afectados por sus medidas. 

El segundo elemento es que la base del conservadurismo de Expansiva se asocia fuertemente al mismo rasgo que los hace marginarse de la legitimación política y que los acerca a una legitimación tecnocrática y que es la fuerte desconfianza, cuando no rechazo, por los procesos de participación y articulación colectiva. Esto se puede apreciar claramente en la vulgata escrita por Patricio Navia y Eduardo Engel, titulada “Que Gane el Más Mejor”, donde se plantean las prioridades de la gestión pública en la superación de las injusticias sociales, ya no entendidas como diferencias o discriminaciones sobre determinados conjuntos de personas, sino que como obstáculos para que la competencia entre individuos se desarrolle de buena forma. Engel y Navia, y Expansiva con ellos, entendían, al empezar su exitosa inserción en la Administración Bachelet, que el rol del Estado era garantizar condiciones de equidad en la competencia de los individuos y asumían que las agrupaciones colectivas de los mismos, tales como gremios, sindicatos, colegios profesionales e incluso partidos políticos constituían grupos de presión con cierto grado de ilegitimidad en tanto pretendían “capturar” esferas de decisión pública en detrimento de quienes no participan de ellos. 

El Estado pasaba a entenderse, entonces, como una instancia que, más que sintetizar y catalizar las posturas desarrolladas por los movimientos políticos y sociales; debía cuidarse de ellos de forma de mantener una cierta “imparcialidad” en el arbitraje de la competencia entre individuos. Es notable en ese sentido, el análisis que en ese texto se desarrolla de la portabilidad numérica de los teléfonos celulares como un elemento trascendente en materia de justicia social. 

Expansiva contribuyó a aislar al Estado de lo colectivo, pues entendió la participación social como una anomalía en un mundo donde los intereses individuales conforman las dinámicas más puras que inciden en la acción política. Es el ideal liberal clásico, sin muchos más aditamentos y que no tiene mucha relación con la génesis de la Concertación ni con la mirada que sus integrantes fuimos desarrollando del país y sus necesidades. 

La pregunta entonces es ¿Por qué prendió este colectivo y estas ideas dentro de la Concertación? Creo que las respuestas no pueden ser tajantes, pero si podemos aventurar un par. 

En primer lugar porque permite llenar un vacío de discusión seria y ordenada acerca de las políticas públicas, que se produce básicamente por el debilitamiento y clientelización de los partidos políticos que conforman la coalición. Esta mirada tecnocrática no desplaza a los partidos, sino que ocupa el espacio que ellos han abandonado. Esto explica, a mi juicio, parte del profundo enamoramiento que Camilo y Bachelet sienten con Velasco. Finalmente, Expansiva aportó ideas (las suyas, obviamente) en un proyecto de gobierno cuyo núcleo político no tenía ya la capacidad propia para generarlas. 

En segundo lugar, porque la mirada liberal de los chicos y chicas de Valle Nevado concuerda, en todos aquellos aspectos que dicen relación con las libertades de los individuos, con aquellas miradas que se desarrollaban desde eso llamado el “progresismo” concertacionista y tendían a confundirse con él en luchas contra los sectores más bien ligados al catolicismo conservador, en materias tales como divorcio, píldora del día después, derechos de los homosexuales, entre otros. En este espacio, los partidos como el PS y el PPD sí tenían posturas y sus posturas eran coincidentes con los de este nuevo liberalismo concertacionista. 

Sin embargo, la crisis que esta alianza de dos vías genera es mayor. Si bien es cierto, la vía de confluencia en el ámbito de derechos individuales potencia dicha agenda, en beneficio de la izquierda del conglomerado, la otra vía, la que implica “externalizar” la inexistente agenda social y económica de Bachelet en este grupo, conlleva la renuncia de dicha administración a lo que a mi juicio era su principal desafío histórico, cual era enfrentar la reforma de las grandes políticas sociales y sectoriales del Estado para transformarlas en herramientas de creación de igualdad y de identidad comunitaria y nacional. Y esto implicaba, necesariamente, en las políticas provistas por el Estado (como salud, edudación y vivienda), fortalecer el gasto, ampliar la cobertura hacia la clase media y abandonar los excesos de la focalización. En el ámbito de la regulación del conflicto social, especialmente en el mercado de trabajo, implicaba avanzar seriamente enfrenar los abusos empresariales y, conjuntamente, abordar de una vez por todas la transformación de la regulación a la negociación colectiva, permitiendo que los sindicatos fueran herramientas de redistribución de la riqueza y de superación de la desigualdad, allí donde la desigualdad se genera: en la empresa. Y en esos puntos, los chicos y chicas que “pensaban Chile” desde Valle Nevado, no estaban dispuestos a transar. 

La crisis política y social de hoy es heredera de dichas definiciones. La dificultad de la Administración Bachelet para abordar los grandes temas de justicia social en los ámbitos sectoriales es causante directa del estallido social presente y del malestar con la Concertación. Por eso, aunque parezca una caricatura, cuando Francisco Vidal dice que perdimos el Gobierno Gracias a Andrés Velasco, tiene a mi juicio mucho de razón.

Y por eso, en mi modesta opinión, en un país que reclama a gritos mayor participación y mayor igualdad social garantizada por el Estado, Velasco no constituye una alternativa adecuada. Da lo mismo que se muestre en las marchas por la igualdad de derechos sexuales y que apoye el aborto terapéutico, porque esos son aspectos donde hoy no se pagan muchos costos y en los que la sociedad chilena ha construido consensos aunque su elite no sea capaz de verlos, pero especialmente porque la centralidad de la demanda de Chile hoy está en el aspecto de la igualdad y la integración social y económica, en aquellas demandas que Velasco y su círculo contribuyeron claramente a frenar.

Extraido de El Quinto Poder

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